El frío es un verdadero fastidio para  aquellos que tocamos alguno de los instrumentos del cuarteto de cuerda. Cambios de humedad y temperatura hacen que nuestros violines se desafinen y tengamos que reafinar varias veces a media sesión. Estos cambios hacen que suenen distintos casi cada día, obligándonos a adaptar vigor y presión en nuestras arcadas y hacer pequeñas modificaciones en nuestra técnica para sonar de nuevo de manera decente. Violines de respuesta inmediata se retrasan, timbres dulces que se convierten es ásperas caricaturas de si mismos, duros, nerviosos y groseros sonidos cerrados…

Pues bien, esto no deja de ser anecdótico si pensamos en el posible daño estructural que el stress del frío puede provocar en chelos, violas y violines.

Unido al frío viene una bajada de la humedad absoluta que contiene la atmósfera, llegando el aire a ser incapaz de retener humedad alguna en su seno; o lo que es lo mismo, a tener humedad cero.

La madera, como material higroscópico también cederá parte de la humedad que retiene lo cual le provocará cierta contracción en sentido transversal a la veta. Ante la imposibilidad de deformación de aros y contraaros del violín, esto puede provocar en casos extremos la aparición de grietas y la apertura de la junta central de unión de las dos mitades de la tapa.

Si hace mucho tiempo que no tocamos nuestro  instrumento, la tensión excesiva de las cuerdas al contraerse por el frío puede provocar el colapso del mástil, o el hundimiento y rotura de la tapa; también son típicas las desencoladuras de las puntas de los aros.

¿Qué podemos hacer?

Pues lo primero no olvidarnos de nuestros instrumentos y no dejarlos dormir el sueño de los justos en trasteros y altillos. Dejadlos en zonas de la casa  donde el acondicionamiento térmico asegure que no sufrirán los rigores de los cambios de temperatura propios de esta estación del año. Si no vamos a a tocarlos retirar parte de la tensión de las cuerdas, sacar de las fundas las bolsitas de “silicagel” anti-humedad que bajan aún mas los niveles de humedad. Si no queréis comprar un humidificador comercial preparad humidificadores domésticos. Con  trozos de ladrillos cerámicos (el típico ladrillo de obra) y desgastando sus aristas con papel de lija o una lima, si los dejamos 8 horas en remojo y luego secamos con un paño, retendrá humedad que irá soltando poco a poco a la atmósfera del interior de nuestro estuche. Este trozo de ladrillo lo podemos envolver en papel de aluminio con agujeros por si nos da miedo que moje el compartimento de nuestro estuche donde lo alojemos.

Otra precaución es atemperar el instrumento antes de sacarlo del estuche, dejándolo en su interior cuando pasemos de ambientes húmedos y/o cálidos a otros más fríos y secos (estamos hablando de grandes diferencias).

Ni que decir tiene que dependiendo de la calidad del estuche tendrá un mejor o peor aislamiento térmico, pero el control de la humedad dependerá de nosotros.

Pero después de todo esto, quizás el mejor consejo es el sentido común y no dejar de tener presente que el violín debe estar en zonas de la casa en la que estén las personas, que colgado de un perchero, en un pasillo, al lado de la entrada, quizás no seamos conscientes de que para estos rigores del invierno quizás fuese mejor que pernocte encima del aparador de nuestro salón que en el armario de los trastos.

Fuente: Violinerías

Fotomontaje: Nikulina-Elena