Si quisiéramos hacer una lista de los violinistas más influyentes de todos los tiempos hay muchos famosos que nos vienen a la cabeza y estarían seguro: Vivaldi, Paganini, Sarasate, Oistrakh, Menuhin, Grappelli… también algunos menos conocidos como Corelli, Viotti, Tartini, Ole Bull, Kreysler, Ysaye… y por supuesto aquellos más implicados en la pedagogía del instrumento: Kreutzer, Galamian, Fiorillo, Wolfhart, Sevcik, Carl Flesch, Crickboom, Auer….pero en mi opinión, hay uno que debería estar en cualquier lista, no sólo por haber sido uno de los más grandes intérpretes del instrumento, sino por la labor profunda y decisiva que desarrolló, en colaboración con los compositores y músicos de su época, para desarrollar, perfeccionar y profundizar en la música de violín. Una música que lo llevó a ser uno de los intérpretes más queridos y respetados de Europa, con un aura de autoridad y prestigio que impregnó toda la cultura de su tiempo.

Joseph Joachim, aunque de nacionalidad húngara, nació en lo que hoy corresponde a la región austriaca de Burgenland, para más tarde estudiar violín en la ciudad de Pest. Alumno aventajado del influyente Joseph Böhm, su precocidad y destacada maestría lo llevó a convertirse en protegido de Felix Mendelssohn.

Aunque al comienzo de su carrera colaboró con otros jóvenes deseosos de romper con la tradición como Joseph Listz, terminó en el círculo de los Schumann, (Robert y Clara) y Johannes Brahms, con quienes desarrolló una intensa relación amistosa y creativa.

Su labor fue intensa tanto como solista como compositor, fundó un cuarteto de música de cámara bajo su nombre (que llegó a ser considerado el mejor de Europa), y una orquesta.

Auténtico ídolo como intérprete en Inglaterra, donde era denominado «the violin king», otro de los pilares fundamentales de su influencia se debe a la recuperación para el repertorio de obras absolutamente fundamentales hasta entonces olvidadas como las Sonatas y Partitas para violín solo de J. S. Bach o el Concierto para violín en Re mayor de L. V. Beethoven.

“M. Joachim es el violinista vivo más grande; ningún hombre está tan cerca de la ejecución de la música como Beethoven lo fue en la composición. Hay algo masivo, completo e infalible sobre M. Joachim que lo saca de la lista de grandes intérpretes y lo coloca en un pedestal aparte. Otros hombres se especializan en alguna cosa; él no. Otros se elevan o caen por debajo de ellos mismos; él siempre es él mismo, ni menos ni más. Maneja el cetro de su arco con la realeza fácil de un nacido para reinar; toca el concierto de Beethoven con el poder infalible de un vidente que entrega su oráculo, y se inserta en un cuarteto de forma muy parecida a como Apolo entra en su carro para conducir a los caballos del sol».

Hugh Reginald Haweis

Inspirados por él y para él compusieron legendarios conciertos de violín creadores contemporáneos suyos como Robert Schumann, Mendelssohn, Max Bruch y Antonin Dvořák. Para algunos de ellos (y para otros conciertos como el de Mozart) compuso cadencias de referencia que todavía hoy son interpretadas o sirven de modelo para muchos violinistas.

También se considera que es suya la primera grabación fonográfica de un disco por un violinista. Algunas de estas grabaciones son practicamente inaudibles, aunque aún se puede apreciar relativamente la realizada en 1903 de la Danza Húngara nº1 de Brahms.

Quizás nos parezca que esta interpretación es bastante mejorable para los estándares actuales. Pero es que las formas de interpretar han cambiado muchísimo, y además la plenitud de Joachim como violinista mermaría con los años. Su menguante energía y una cruel artritis (mirad el dedo de su mano izquierda en la foto que ilustra este artículo) impedían a sus dedos obedecer como antaño. «Soy feliz mientras pueda tocar música de cámara a mi gusto», se consolaba.

Pero la verdad es que yo no pretendía hacer un artículo sobre la vida y obra completas de Joachim, sino mostrar un apunte de sus ideas pedagógicas resumidas en una carta personal.

Cuando Joachim contaba ya con 72 años, un reciente y nuevo niño prodigio tocó para él en Berlín. Se trataba de Franz von Vecsey, otro húngaro portentoso, alumno de Jenö Hubay, quien aprendió a su vez del propio Joachim. Tras escucharlo, impresionado, Joachim exclamó: «Tengo setenta y dos años de edad, pero nunca en mi vida he escuchado algo así; nunca habría creído esto posible».

Y así fue como se entabló una breve relación en la que el bueno de Joachim ejerció de mentor y en la que le escribió los siguientes consejos.

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  1. Escucha atentamente al practicar, de modo que ni una sola nota se te escape sin sentirla. ¡Sé tu propio profesor!

  2. En los cambios de posición, no deslices los dedos sobre las cuerdas, porque así maúllas.

  3. No levantes los dedos demasiado, pero incluso en los pasajes más rápidos haz que pisen firmemente sobre las cuerdas.

  4. No caigas en la costumbre de abusar del vibrato y del suave vaivén de los dedos en los pasajes cantabile. En realidad esa costumbre proviene de una pereza de los dedos, y me recuerda a los lamentos de las señoras mayores.

  5. Utiliza el vibrato solamente para dar especial énfasis a una nota, y te será sugerido por la emoción.

  6. Sé estricto en la observación de la afinación: tienes buen oído ¡úsalo!

  7. Tocar alto y tocar rápido no lo es todo; eso como mucho deslumbrará a los ignorantes de la audiencia. Todo el valor recae en una interpretación bella y distintiva.

Consejos sensatos y sencillos, con curiosas observaciones muy de su tiempo, como el ser comedido con el vibrato y evitar cualquier rastro de deslizamiento al cambiar de posición.

¿Qué opináis?


Imágenes:

Portada: Joseph Joachim and the young Franz von Vecsey. Note the strongly incurving, arthritic first finger of his left hand. The chair in which he is sitting was a special present to him. He willed it to Donald Tovey, and it is now owned by the University of Edinburgh Museum.[72]

Fuentes:

Otras cartas de Joachim:
 

Libro sobre Joachim: