«Todavía queda mucha buena música por componer en Do mayor».  Ya sea real o apócrifa esta frase atribuida al titán del dodecafonismo Arnold Schönberg, expresa una idea que se hace realidad con más frecuencia de la que muchos estudiosos de la música habrían imaginado.

Y no hablo de música popular o sencilla, sino de piezas inscritas en la llamada «música culta» o «música clásica». Tanto así que, como un sarcasmo hacia Schönberg, Terry Riley, pionero del movimiento minimalista, bautizó precisamente así una de las obras más sencillas, modestas y a la vez más influyentes en la historia de este tipo de música.

De «in C» podríamos decir que es apenas un experimento, una ingenua idea juguetona que, probablemente, su autor no experaba que fuera a tener tanta repercusión. Y es que no siempre el éxito premia al trabajo más profundo, complejo y trabajado, sino al más sencillo, original e ingenioso. Porque eso es esta pieza, un engranaje de 53 fragmentos minúsculos, iguales para todos los músicos, fuertemente inscritos en la tonalidad clásica, que se deben ir tocando en orden, pero repitiendo cada patrón un número de veces a gusto del intérprete, de tal modo que no hay dos interpretaciones iguales de esta obra, sino que el movimiento en el tiempo de cada capa instrumental, va produciendo diferentes efectos armónicos y rítmicos que los intérpretes deben sentir para ir adaptándose al resto del grupo.

Como en el jazz, estilo que el autor amaba y también interpretaba, hay una parte de improvisación y una parte de estructura estricta, como un Canon imprevisible que fluye lentamente con la fuerza de una voluntad múltiple.

No es de extrañar que esta pieza haya cautivado a todo tipo de músicos, desde los más clásicos a los más vanguardistas, interpretado por grupos formados por cualquier tipo de instrumento y con número de ejecutantes variable, habiéndose interpretado y grabado infinidad de veces con resultados muy distintos, pero siempre produciendo esa sensación de entrar en una especie de trance en el que a cada momento van sucediéndose eventos sorprendentes y a la vez familiares.

Además, las 53 frases son bastante sencillas de ejecutar, pudiéndose afrontar por intérpretes de muchos niveles diferentes. Es por eso una obra con un gran carácter pedagógico, ya que obliga a escuchar a los demás, a sentir el ritmo y a dejarse llevar por él, como si todos nadaran llevados por la misma corriente de un río, aunque algunos vayan más lentos, otros se entretengan en alguna poza, alguno pruebe a acelerar…

¿Has interpretado esta pieza alguna vez? ¿Cómo fue tu experiencia?

Os dejo la sencilla hoja de la que consta in C, de Terry Riley, y una grabación en vivo de estudiantes de la prestigiosa Juilliard School, en una experimental actuación en la que se sincronizaron miembros de las escuelas de Taijin, en China, con la de Nueva York.

Instrucciones para la interpretación, por Terry Riley:

Todos los intérpretes tocan desde la misma página de 53 patrones melódicos, ejecutados en secuencia.

Puede ser interpretado por cualquier número de instrumentos de cualquier tipo. Se recomienda un grupo de aproximadamente 35 personas si es posible, pero grupos más pequeños o más grandes también funcionarán. Si se unen vocalistas, pueden usar cualquier sonido vocálico o consonántico que deseen.

Los patrones se interpretarán consecutivamente, y cada intérprete tendrá la libertad de decidir cuántas veces repetirá cada patrón antes de pasar al siguiente. No existe una regla fija sobre el número de repeticiones que puede tener un patrón; sin embargo, dado que las interpretaciones suelen durar entre 45 minutos y una hora y media, se puede asumir que cada patrón se repetirá entre 45 segundos y un minuto y medio o más.

Es muy importante que los intérpretes se escuchen con mucha atención, lo que significa que ocasionalmente deben desconectarse para escuchar. Como conjunto, es muy recomendable tocar tanto suave como fuerte, e intentar crear diminuendo y crescendo juntos.

Cada patrón puede tocarse al unísono o canónicamente, en cualquier alineación consigo mismo o con los patrones vecinos. Una de las ventajas de IN C es la interacción de los intérpretes en combinaciones polirrítmicas que surgen espontáneamente entre patrones.

Algunas formas fantásticas surgirán y se desintegrarán a medida que el grupo avanza en la pieza cuando se interpreta correctamente.

Es importante no apresurarse de un patrón a otro, sino mantenerse en un patrón el tiempo suficiente para que se integre con los demás patrones que se estén interpretando. A medida que la interpretación avanza, los intérpretes deben mantenerse a dos o tres patrones de distancia entre sí. Es importante no adelantarse ni retrasarse demasiado.

El conjunto puede apoyarse con un pulso de corchea tocado en los do agudos del piano o en un instrumento de maza. También es posible usar percusión improvisada con un ritmo estricto (batería, platillos, campanas, etc.), siempre que se realice con cuidado y no domine al conjunto.

Todos los intérpretes deben tocar con un ritmo estricto y es esencial que todos toquen cada patrón con cuidado. Se recomienda ensayar los patrones al unísono antes de intentar tocar la pieza para comprobar que todos tocan correctamente.

El tempo queda a criterio de los intérpretes; obviamente, no debe ser demasiado lento, pero tampoco más rápido de lo que puedan tocar cómodamente.

Es importante pensar en patrones periódicamente para que, al descansar, seamos conscientes de los acentos periódicos compuestos más amplios que suenan, y al reingresar, seamos conscientes del efecto que nuestra entrada tendrá en la fluidez musical.

El grupo debe intentar fusionarse al unísono al menos una o dos veces durante la interpretación. Al mismo tiempo, si los intérpretes parecen estar constantemente en la misma alineación de un patrón, deberían intentar cambiar su alineación una corchea o una negra según lo que esté sucediendo en el resto del conjunto.

Está bien transponer patrones una octava, especialmente hacia arriba. Transponer octavas hacia abajo funciona mejor con patrones que contienen notas de larga duración.

Aumentar los valores rítmicos también puede ser efectivo.

Si por alguna razón no se puede tocar un patrón, el intérprete debe omitirlo y continuar. Los instrumentos pueden amplificarse si se desea. Los teclados electrónicos también son bienvenidos.

El acorde en Do Mayor (IN C) termina así: cuando cada intérprete llega a la figura 53, permanece en ella hasta que todo el conjunto llega allí. El grupo entonces realiza un gran crescendo y diminuendo varias veces, y cada intérprete se retira a su antojo.