De entre los muchos prejuicios e ideas preconcebidas que la pedagogía musical clásica ha mantenido habitualmente, uno de los más arraigados es el de la necesidad de aprender a interpretar música principalmente mediante la lectura de partituras.

Y no se puede negar que leer con soltura música es una gran cualidad que, al menos en el mundo clásico y en agrupaciones grandes de músicos, antes o después, es necesario desarrollar, pero también creo que puede llegar a ser una aptitud que puede mermar otras que son igual de necesarias como, por supuesto, la facilidad de aprender y memorizar temas y tocar de oído.

Aprender a tocar de oído es una facultad que todos los músicos han tenido a lo largo de la historia; en un mundo en el que el papel escrito o impreso era una rareza o un producto poco accesible, aprender la música y la forma de tocar escuchando, mirando y repitiendo era el método de transmitir las piezas musicales. Porque, además, no hay una manera fiable de transmitir lo que no puede ser escrito, aquello que hace que la música interpretada tenga alma y no sea una reproducción muerta de una serie de notas a un ritmo determinado. Mozart, Bach o Vivaldi eran con toda seguridad capaces de captar y asimilar fácilmente la música mediante la escucha y tocarla con poco trabajo y sin necesidad de partituras. Y es que la partitura solo era el medio para conservar la composición de los temas en el tiempo sin errores.

En el mundo la música popular siempre fue así, y sigue siéndolo en gran parte. Cuando he acudido a diversos talleres de estilos como el folk escocés (con Alasdair Fraser), flamenco (con Batio), o folk castellano (con Blanca Altable o José Climent) las partituras no existen. Los temas se aprenden escuchándolos mucho y tocándolos poco a poco y una y otra vez. Y se puede ver quién está acostumbrado a aprender canciones así y lo pilla en seguida y quién sufre tocando algo nuevo sin tener la música escrita delante.

Personalmente no soy muy diestro en esto porque tengo muy mala memoria y puedo aprender un tema y no recordarla a la media hora. Pero creo que es uno de los mejores ejercicios que puede hacer cualquier tipo de músico.

¿Qué otros beneficios tiene desarrollar la capacidad de tocar de oído?

  • Nos ayuda a la hora de componer, porque nos resulta más fácil interpretar de inmediato cualquier frase que tengamos en la cabeza.
  • Nos ayuda a acompañar y desarrollar acompañamientos a otros músicos.
  • Nos ayuda a saber improvisar.
  • Desarrolla nuestra memoria y concentración.

Por el contrario, acostumbrarse a tocar solamente leyendo partituras puede provocar efectos adversos como:

  • Que toquemos de forma mecánica, simplemente leyendo como un robot o un reproductor midi.
  • Que debilitemos nuestra memoria.
  • Que nos veamos inseguros e incapaces con músicos no clásicos.
  • Que nos sea penoso tocar cualquier cosa que no esté anotada.

Tiene además otros efectos secundarios: y es que el aprendizaje del solfeo / lenguaje musical es una de esas necesidades del músico profesional que más espanta a los que se inician en la música, y por la que muchos no se atreven a dar el paso. Es como si ahora os dijeran que tenéis que aprender chino para tocar el Erhu. Cualquier persona se pone a tocar la guitarra sin miedo a tener que aprender solfeo, y eso ha hecho de ese instrumento el más popular en su uso. Obviamente, si avanzas y quieres alcanzar cierto nivel, antes o después deberás aprender, no sólo solfeo, sino armonía, lenguaje musical, etc., pero sin que todo eso tenga que ser una condición previa para poder empezar a disfrutar del instrumento.

En el caso del violín esto es doblemente cierto, puesto que es ya de por sí un instrumento lo suficientemente exigente como para además sumarle la necesidad de saber leer solfeo antes de empezar. Y es que ésta es una objeción recurrente entre personas, mayores muchas de ellas, que se sienten atraídas por el aprendizaje del violín pero se les hace una muralla infranqueable la necesidad de aprender a leer música. Y una de las razones de que los instrumentos de cuerda frotada se vean tan inaccesibles desde fuera.

Afortunadamente, esto es algo que está cambiando un poco. Métodos como el Suzuki, que lleva el lema de «método de la lengua materna», priorizan escuchar mucho y repetir, sin agobiar con el solfeo. Algunos objetan que eso no es profesional, pero lo siento señores, lo que no es profesional es transmitir música como una serie de conocimientos y habilidades mecánicos, en vez de poner el foco en desarrollar la musicalidad, la memoria, la destreza, la creatividad o la inteligencia emocional a través de la música. Y eso se logra más escuchando a otros músicos e intentando emularlos que intentando descifrar lo más rápidamente posible signos en un papel.

Recientemente he encontrado incluso cursos y talleres enfocados directamente a eso, a enseñar cómo tocar de oído. Uno de ellos es éste de Lisa Schneckenburger, en el que, mediante una serie de vídeos, y durante 10 semanas, da consejos y pautas para aprender a desarrollar esta aptitud. No tengo ni idea de si es recomendable o no (eso sí, está en inglés) aunque Casey Driesen lo menciona así que malo no debe de ser.

Learning by Ear

Si eres una de esas personas que se animaría a tocar si no tuviera que aprender solfeo, no lo dudes, busca a algún profesor o escuela que te dé facilidades en ese aspecto y lánzate sin complejos.

Aunque también te lo digo, antes o después, querrás (y deberás) aprender también a leer música.

Referencias: