Me gustan mucho los conciertos para dos instrumentos, disfruto esos diálogos, ese toma y daca entre dos voces que se complementan y es una pena que este formato no se prodigue más en la música clásica o contemporánea, donde reina el solista virtuoso o la encumbrada sinfonía.

Y en el barroco (y probablemente en toda la historia) no hay otro doble concierto más famoso e influyente que el concierto para dos violines en Re menor BWV 1043 de J. S. Bach. Aunque ya tuvo algunos predecesores italianos ilustres, como los de Corelli, Albinoni o Vivaldi, Bach va más allá y la composición no se basa tanto en la armonización melódica de los instrumentos sino que estos crean una estructura armónica y ambos solistas la sustentan en igualdad de importancia y condiciones.

No es por tanto extraño que sea una obra muy querida por los intérpretes y programadores, aunque a menudo sucede que tienden a juntar a figuras de relumbrón que ensayan poco, se complementan regular y se dedican más a intentar deslumbrar en su parte que a crear algo conjunto y con sentido, a buscar una visión común.

Hoy os voy a comentar tres ejemplos del concierto que he encontrado y que me han despertado algunas reflexiones.

David Oistrakh y Yehudi Menuhin

Vaya dos genios. No es extraño que esta interpretación sea una referencia para mucha gente aunque esta forma de tocar a Bach, casi como si fuera un concierto romántico sorprende hoy un poco. Me llama mucho la atención la cantidad de arco que utilizan, especialmente Menuhin, que comienza su parte pasando prácticamente todo el arco, lo cual me parece bastante exagerado y sorprendente. Comparad el comienzo del primer tiempo con el comienzo del siguiente vídeo.

Además, ambos utilizan un vibrato marcado y rápido, algo que antes se hacía siempre, mientras que el tempo del compás se marca bastante menos. También llama la atención que es la única versión de las tres en las que requieren de director de orquesta.

En fin, el sonido que crean ambos es muy bello, en especial Oistrakh, pero tengo la sensación de que no hay demasiada comunicación, sino que todo se basa en un intercambio de turnos. No parecen prestarse mucha atención el uno al otro, cada uno hace su parte siempre luciéndose para dejar paso al otro hasta que le toque su turno, ambos muy tiesos y formales van cediéndose el protagonismo: ahora lúcete tú, ahora me luzco yo.

En mi opinión, el segundo movimiento (Largo ma no tanto) es un fragmento al que este carácter con toques románticos le queda bien, pero no tanto en los otros dos.

Shunske Sato y Emily Deans

Esta interpretación es bastante diferente. Además de utilizar instrumento y arco barrocos, llevan un ritmo mucho más ligero, marcado y grácil, como si tocaran para un baile. Realizan muy poco vibrato, sólo al final de las notas largas para enfatizar su final. Desde un punto de vista técnico e historicista me parece una interpretación perfecta, aun con algunos adornos y toques personales.

Fijaos que, mientras en la versión anterior se tendía a tocar más cerca del puente para ganar en potencia y armónicos, aquí se toca más sobre el batidor, sin buscar tanta resonancia y el sonido en conjunto es mucho más coherente y armónico.

Y comentar también que aquí se respetan más los tempi (el allegro final en el anterior se hacía mucho más lento). Puede que se pierda cierta capacidad expresiva, pero lo cierto es que Bach tampoco lo necesita.

Janine Jansen y Leonidas Kavakos

He escogido esta tercera versión, además de por incluir a dos de mis violinistas favoritos, por el contraste que ofrecen con la primera versión y por la sensación de complicidad que me transmiten, sobre todo al ver a Janine mirando constantemente a su compañero. Aunque sorprende intérpretes de este nivel toquen con partitura y puede que no tengan muy trabajada la obra (sobre todo Kavakos, que no quita ojo del atril).

Aquí hay dos músicos muy diferentes que parece que bailaran un chotis. Janine Jansen, que apenas necesita la partitura, mira a menudo a Kavakos para sincronizarse con él y toca de una manera muy expresiva y emocional, revoloteando alrededor mientras Leonidas permanece concentrado en una interpretación más hierática y formal, aunque sin olvidarse de Janine. Y aunque frasean de forma muy diferente, parecen responderse el uno al otro manteniendo su propia personalidad. Se ceden el paso y buscan un diálogo. Sólo hay que ver cómo finalizan cada movimiento mirándose a los ojos.

Enfín, da igual qué versión se escuche, esta es una de mis obras favoritas y ni siquiera el haberla tenido que tocar infinidad de veces con el método Suzuki ha hecho que le pierda aprecio.

Y para vosotros ¿cuál es vuestra interpretación favorita de esta obra?

Partitura