Hay compositores sin un gran genio pero que, por diversas circunstancias, terminan alcanzando cierta fama; amistades importantes que lo ensalzan, una pieza afortunada que cae en gracia, atractivo y simpatía personal, don de gentes… todo esto parece haberle sucedido a Reynaldo Hahn, un compositor de principios de siglo XX con buenas dosis de encanto y talento que influyó en su época como compositor, cantante, poeta, pianista, director de orquesta y crítico musical.

Reynaldo Hahn fue el más pequeño de doce hermanos en una familia venezolana con padre alemán y madre vasca. Debido a la difícil situación del país (¿la historia se repite?) el clan se vio forzado a emigrar y acabó instalándose en París, ciudad que conformaría completamente la sensibilidad estética y sentimental de Reynaldo.

Pronto mostró un inusitado talento musical que lo llevó a actuar, siendo aun un niño muy pequeño, en el salón de la Princesa Mathilda (nieta del mismísimo Napoleón) cantando arias de Offenbach mientras se acompañaba él mismo al piano.

Con 8 años comenzó a componer sus primeras canciones, y poco más tarde ingresó en el Conservatorio de París, donde recibió clases de profesores de la talla de Jules Massenet, Charles Gounod, Camille Saint-Saëns y Émile Decombes, mientras compartía atriles con Alfred Cortot y Maurice Ravel.

En esta época tan temprana nacieron canciones como Si me vers avaient des ailes, concebida a unos increíblemente maduros 14 años, que enamoró inmediatamente a toda la ciudad. Y es que, si de algo pueden presumir sus composiciones es de destilar un romanticismo y un sentimentalismo muy bien medido al que es difícil resistirse:

«Todo lo que he conseguido se lo debo a Reynaldo Hahn»

Marcel Proust

La vida de Reynaldo Hahn parece correr paralela a la de uno de mis escritores favoritos: Marcel Proust. Ambos fueron grandes amigos y se influyeron mutuamente en gustos musicales y sensibilidad artística. Pero mientras que el genio de Proust trascendió sus veleidades mundanas hasta llevarlo a crear una obra monumental, el de Hahn no tuvo tanta trascendencia y se quedó a medio camino de las cimas que su precocidad y talento de niño prodigio profetizaban. Igualmente, ambos albergaron en secreto una homosexualidad que en aquella época no podía dejar de ser dolorosa, por oculta y reprimida, mientras lidiaban con una timidez patológica alternando y cultivando la amistad en los salones de las damas más importantes de la alta sociedad parisina.

Hay incluso quien piensa que es alguna de las composiciones de Reynaldo Hahn la que inspiró el tema de «La Sonata de Vinteuil«, un episodio recurrente de «En busca del tiempo perdido» que no ha dejado de intrigar a los amantes de la obra de Proust. De esa mítica Sonata y de «la pequeña frase» que tanto ha sugerido a muchos ya hablamos en un artículo anterior, que me gustaría que leyerais.

Pero hablemos ya de À Chloris, la pieza protagonista que os quería mostrar. Se trata de una de sus obras más conocidas e interpretadas, y fue compuesta en 1916 a partir de un texto del siglo XVI de Théophile de Viau. Personalmente, aunque admito su tono quizás excesivamente dulzón, me cautiva su melancolía, la forma sencilla en que está tratado el piano y el precioso contraste que se crea cuando la melodía la realiza un violín. Se cree que Hahn la ideó como un homenaje a Johann Sebastian Bach, ya que su estructura armónica recuerda mucho al segundo movimiento de la Suite para orquesta núm. 3.

En el blog Musicnetmaterials hay un análisis estupendamente pormenorizado de la canción, su estructura y sus semejanzas que os recomiendo encarecidamente. Podéis ver un repaso detallado de la canción en este vídeo:

La versión que ilustra el artículo en la cabecera se publicó en 2017 y está interpretada por las hermanas Maria y Nathalia Milstein, quienes se estrenaron como dúo con un precioso disco llamado «La Sonata de Vinteuil», que está obviamente inspirado en la música que aparece narrada en «En busca del tiempo perdido»,  y que ha recibido muchísmos elogios por lo apropiado de la interpretación de ambas, plena de sensibilidad y sutileza. Si os estéis preguntando si estas intérpretes tienen algún parentesco con el gran Nathan Milstein… pues no, salvo el apellido y que provienen de Moscú, no tienen otra relación.

Pero si queréis escuchar una versión cantada os recomiendo esta de la maravillosa Victoria de los Ángeles.

Partitura:

A-Chloris

 

Letra de À Chloris

S’il est vrai, Chloris, que tu m’aimes,
(Mais j’entends, que tu m’aimes bien)
Je ne crois point que les rois mêmes
Aient un bonheur pareil au mien.

Que la mort serait importune
A venir changer ma fortune
A la felicité des cieux!

Tout ce qu’on dit de l’ambroisie
Ne touche point ma fantaisie
Au prix des grâces de tes yeux.

A Cloris.
Si es verdad, Cloris, que me amas
(y pienso que te gusto mucho),
no creo que ni los propios reyes
tengan una felicidad como la mía.
¡Qué inoportuna sería la muerte
si viniera a cambiar mi fortuna
por la felicidad del cielo!

Todo lo que se dice de la ambrosía
no impresiona a mi fantasía
como el favor de tus ojos.

Fuentes:

https://musicnetmaterials.wordpress.com/2016/11/27/reynaldo-hahn-a-chloris/

https://guerraypaz-carlos.blogspot.com/2011/09/chloris-de-reynaldo-hanh.html

http://experienciasmusicalesyotras.blogspot.com/2007/12/chloris-de-reynaldo-hahn.html

Imagen: Paul Nadar – https://www.flickr.com/photos/51366740@N07/5804031686/