Confieso que soy bastante aficionado a los videojuegos, esa absorbente actividad que dilapida tu tiempo de ocio como un pozo sin fondo. Me podría reprochar que, probablemente, me ha robado muchas horas que debería haber dedicado a la práctica musical u otros menesteres más provechosos para el espíritu. Pero lo cierto es que, cada vez más, los considero también un arte, un arte que utiliza como herramientas muchas otras artes: la narrativa, la plástica visual, el cine y, por supuesto, la música.

Del videojuego del que extraigo hoy mis impresiones me gustaron muchas cosas: la fuerza y personalidad de los personajes, el drama de la historia, la increíble belleza de los escenarios y una música que unificaba todo modulando y definiendo las emociones de lo que estaba viviendo al jugarlo.

Es un experimento interesante probar a jugar un videojuego, o ver una película o serie, sin su música. ¿Os imagináis cómo sería Blade Runner, Carros de fuego, Titanic, Star Wars, los western de Sergio Leone, sin la música a la que ya están inextricablemente unidos?

A veces no somos consciente de esos sonidos mientras jugamos o miramos una escena, otras veces la música es tan bella, tan expresiva, que ponemos nuestra atención en ella más que en lo que está sucediendo en la pantalla. Y eso es precisamente lo que me courrió mientras jugaba A Plague Tale: Requiem, un videojuego cuya música ha sido compuesta por el autor francés Olivier Derivière, quien ya tenía experiencia en componer para otros juegos como Alone in the Dark, Remember Me, Streets of Rage o Dying Light 2.

En esta ocasión, Derivière ha partido fundamentalmente de instrumentos de cuerda frotada, (aunque curiosamente ha prescindido del violín) y quizás fue eso lo que me hizo también ser más consciente de la música del título mientras jugaba. Oía sonidos de cuerda frotada con un aire medieval pero muy diferentes: sonidos antiguos, oscuros, tocados a menudo de una manera muy crispada, llegando a crujir y a romper el sonido en muchas ocasiones, y con una ejecución llena de fuerza, casi brutal.

Tanto me llamó la atención que terminé indagando sobre la composición y llegué al vídeo que os presento arriba. Esa actuación de la banda sonora me permitió ver cómo se crearon esos sonidos tan personales y expresivos.

En primer lugar la selección de instrumentos, una curiosa combinación de cuatro cellos, un contrabajo, una viola de gamba, una nyckelharpa (instrumento tradicional nórdico), una gaita, una guitarra (de estilo antiguo, quizá tiene un nombre especial) y dos percusiones. Instrumentos tirando a graves que sin embargo también deben tocar a menudo agudos, y para ello deben forzar las posiciones y las cuerdas.

Y es que me sorprendió al ver el vídeo cómo debían tocar los cellos en algunas ocasiones: apretando muchísimo sobre la cuerda hasta hacer crujir el sonido, de hecho tienen que apretar tanto que terminan cogiendo el arco como si fuera una porra, para poder hacer más fuerza y llegar a producir esos dramáticos sonidos rotos. Fijaos en este momento: https://youtu.be/J6FTmuf-6mY?t=317

Pero no sólo tocando tan fuerte han creado esos sonidos dramáticos, también a menudo lo hacen muy cerca del puente, donde más difícil es hacer vibrar las cuerdas y donde más armónicos y ruidos no controlados pueden llegar a producirse. Y todo esto combinado ritmos y golpes de arco dignos de músicas modernas.

Hay que mencionar que A Plague Tale es un videojuego basado en una plaga de ratas que invaden el mundo de los protagonistas. Las ratas, además de ser innumerables, están llenas de furia y rabia, y los sonidos crispados del cello representan de alguna manera el frenesí y los chillidos de estos animales.

Me encantó el chelista principal, y no es para menos porque, indagando un poco, he descubierto que es un magnífico intérprete llamado Eric-Maria Couturier, miembro del Ensemble Intercontemporain, una agrupación especializada en música culta contemporánea y del siglo XX, es decir alguien acostumbrado a cualquier tipo de forma de interpretar. Podéis ver un poco de sus habilidades aquí:

Pero lo que termina de redondear el irresistible sonido general son los instrumentos menos convencionales: la nyckleharpa,  un ingenio híbrido que se toca pulsando teclas y frotando con un arco y que produce un sonido que recuerda a la zanfona; y la viola de gamba, una reina en su tiempo hoy venida a menos, pero que precisamente por no ser frecuente, tiene un timbre atemporal que encaja a la perfección.

Y por supuesto las bellísimas voces del Estonian Philharmonic Chamber Choir, que equilibran con su profundo lirismo y límpida claridad los a veces descoyuntados pasajes de las cuerdas.

Enfín, una lección de cómo no se trata de tocar las notas correctas, sino de la forma de interpretar.

Y para que veáis la diferencia, os dejo la versión que Lindsey Stirling ha publicado hace poco: mucho más sencilla y convencional y, aunque no carece de encanto, sin la fuerza expresiva del original.

Enfín, el juego fue un éxito, y su banda sonora nominada a la mejor banda sonora en The Game Awards. Asobo Studios, la desarrolladora del título, señaló siempre que el viaje emocional de A Plague Tale: Requiem se debe a las «conmovedoras composiciones» de Derivière, la colaboración de Eric-Maria Couturierel Coro de Cámara de la Filarmónica de Estonia, este último ganador de dos premios Grammy.

Y ahora perdonad pero me voy a echar una partidita.