Probablemente, pero no se desespere. Se pueden averiguar muchas cosas de un violín con etiqueta falsa.

 

La respuesta corta, «probablemente» es la buena. Y lo siento mucho, probablemente no es un Stradivarius lo que tiene en sus manos, ni un Amati, pero eso no significa que su violín no sea interesante.

Nosotros los especialistas, estamos tan acostumbrados a ver etiquetas falsas, que ya lo vemos como lo normal. Ya no nos espanta. Al contrario, llegamos a considerarlas indicadores útiles de lo que no son. Porque incluso las etiquetas falsas nos dan sus propias pistas.

Hará unos quince años, en Christie’s, vendí los contenidos de un taller de violines alemán. El taller llevaba cerrado décadas y, escondido entre las marcas (falsas) y los instrumentos (mal etiquetados), había un viejo polvoriento libro con etiquetas impresas en papel viejo. Estas etiquetas eran buenas. Tenían una auténtica antigüedad y fácilmente podrían haber despistado a algunos compradores de instrumentos. Era un regalo de Navidad para un falsificador y, como era joven e ignorante, lo puse en a subasta. Afortunadamente, las etiquetas fueron compradas por alguien que ahora considero un buen amigo quien, en un acto notablemente generoso, las quemó todas.

Sin embargo, en el otro extremo del espectro, existe toda una clase de etiquetados que se anuncia descaradamente desde Ebay: una imagen fotocopiada en un papel demasiado blanco, torpemente pegada y, algunas veces, cómicamente, con una firma del siglo XIX escrita con bolígrafo.

Tienda de Stradivarius

Volviendo al tema en cuestión, ¿es su etiqueta falsa? Bueno, a menos que haya sido aconsejado bien, o sea rico, o tenga un magnífico benefactor, si posee un etiqueta de «Stradivarius», seguramente no lo es (un Stradivarius). Durante gran parte del siglo XIX parecía que no había ningún impedimento legal para pegar etiquetas falsas en instrumentos, por lo que fabricantes de violines de Sajonia y Bohemia decidieron dedicarse a pegar pegatinas de Stradivarius por todas partes.

Conocer su historia legal puede ayudarle a interpretar la etiqueta de su violín. O al menos lo haría si confiáramos en la honestidad de la gente, cosa que por supuesto no podemos hacer. Pero aun así vamos a darle una oportunidad.

En 1890, la Ley Arancelaria de McKinley, aunque no se pronunció sobre la falacia generalizada de las etiquetas, insistió en que los artículos importados a EE. UU. se marcarán con su país de origen. Esto ayudó, aunque fomentó cierta licencia creativa en las etiquetas, que empezaron a indicar que Stradivarius era Saxoniensis en lugar de Cremonensis.

En 1914 la ley intentó solucionar los problemas y demostrar los orígenes de una manera más explícita, de modo que se empezaron a utilizar las palabras ‘made in…‘ antes del país de origen. Hasta aquí todo bien, pero todavía permite un poco de margen de manipulación así que, en 1921, llegó la última revisión (y si se pregunta por qué necesitaron tres intentos, imagínense cuántos buenos almuerzos hicieron falta para alcanzar el texto final) y, para mayor claridad el país de origen, tenía que ser mencionado en inglés.

De hecho, se puede tardar tiempo investigando una etiqueta a partir de algo así:

Por ejemplo: Made in Deutschland pre 1921, post 1914 etc.

Pero realmente no vale la pena hacerlo, ya que las personas no seguían reglas y, de todos modos, probablemente no influirá mucho respecto al precio.

Y cuanto más miras las etiquetas, más te dicen. Alemania (est. 1871) comenzó a trabajar a fines del siglo XIX en el deporte nacional de derrotar a los ingleses al fútbol* y de falsificar etiquetas de instrumentos. Así se desenmascaran los falsos violines Klotz (siglo XVIII), que llevan con orgullo las etiquetas «Made in Germany«. ¿»Made in West Germany’’?  ésta fue colocada en 1946. Si una etiqueta indica «Made in Czechoslovakia«, tiene al menos 24 años de antigüedad: Checoslovaquia existió entre 1918 y 1993.

Si la fecha está estampada completamente con letra de imprenta, es poco probable que sea un instrumento fabricado a mano. ¿Por qué? pues porque si uno trabaja por su cuenta, es poco probable que trabaje con una tirada completa de etiquetas de imprenta. Como resultado, la mayoría de las etiquetas de los fabricantes reales tienen los dos primeros dígitos impresos y los dos últimos escritos a mano.

El problema es que incluso si no dice «made in Germany» e incluso si la la fecha está escrita a mano, aún así eso no significa que la etiqueta sea correcta. Entonces, hay que fijarse en el papel utilizado.

Hay un truco que un amigo me enseñó y que es obvio y muy astuto en la práctica. Aproximadamente a partir de 1850, al descubrirse el blanqueante de papel, éste empezó a usarse para conseguir etiquetas más blancas. El blanqueador brilla bajo luz ultravioleta. Apunte una linterna UV en la etiqueta. Si brilla significa e indica que es del siglo XVIII, prepárese para las malas noticias. Se ha blanqueado y es poco probable que sea correcta.

Además, eche un vistazo de cerca al área «vacía de la etiqueta. ¿Ve los pequeños puntos redondos que solíamos ver en papel de periódico? más malas noticias me temo. Falso.

Solo me queda pedir perdón por esta información que causará miseria y sueños rotos, pero déjenme contarles una historia:

Un cliente vino a verme a Christie’s con un violín en malas condiciones, con una etiqueta falsa de Amati. Él pensaba tirarlo a la basura. Le pedí que no lo hiciera. ¿Por qué? en principio, como violín falso, debería haber seguido su consejo y quemarlo.

Pero no. La etiqueta era falsa, pero el violín en sí era maravilloso. Había sido fabricado por Michele Deconet y terminó vendiéndose por más de 40,000 libras. De hecho, tenemos otro Deconet en la oficina en este momento con una etiqueta falsa de Amati y tengo muchas esperanzas para éste**.

 

James Buchanan


* Los superamos en esto inventando el rugby.

** Se subastó por más de 20.000 libras, a pesar de sufrir un gran grieta en la parte posterior del alma.