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En el artículo anterior hemos hecho un extenso listado de muchos y buenos luthiers que han trabajado siguiendo los pasos de los modelos de Stradivari y Guarneri del Gesù como máximos referentes de la escuela italiana del siglo XVIII. Y, acompañando a estos dos, tenemos que añadir, por su enorme transcendencia, a Giovanni Baptista Guadagnini, también italiano, y a los franceses Nicolás Lupot y Jean Baptiste Vuillaume.

Obviamente, en esa lista faltan infinidad de nombre ilustres que deberían estar incluidos, con todo merecimiento. Pero no es ahora nuestro objetivo hace un diccionario de luthiers, sino destacar la relevancia que han tenido alguno de ellos, y la huella que han dejado para sus innumerables sucesores. Lo que sí debe quedar absolutamente claro es que unos y otros, aunque han desarrollado estilos propios y de buen resultado, siempre se han basado en los modelos clásicos italianos, que son los que han dejado su sello indeleble para la historia. Y todos los luthiers del mundo, sin excepción, hemos seguido sus pasos.

Dijimos en su momento que la música era, en la mayoría de las veces, el motor que empujaba a la evolución de los instrumentos musicales. Ahora es de aplicación el mismo razonamiento. Es muy importante establecer una conexión histórica entre los artistas y su contexto social. Eso ha sucedido en todas las ramas del arte. Y, casi siempre, el impulso viene de la mano de los movimientos culturales de la clase social alta.

Sin ir más lejos, el nacimiento de la escuela francesa de lutheria del siglo XIX se vio altamente favorecida por la hegemonía de Francia a principios de ese siglo en todos los ambientes sociales. Los palacios, con sus reyes, nobles y clase pudiente han albergado en sus salones los mejores acontecimientos musicales de su época, potenciando el trabajo creativo de compositores, músicos y, por supuesto, de los constructores de instrumentos. La corriente estilística del Romanticismo, se ve inmersa de lleno en esta dinámica. Todo el siglo XIX es un hervidero de grandes artistas. Las grandes salas de concierto surgen por doquier, y las orquestas sinfónicas necesitan ser dotadas de un gran número de instrumentos de cuerda. Cada una de ellas contará con 40-60 músicos en la sección de cuerda. Eso produce un efecto llamada para los luthiers que se afanan en construir suficiente cantidad para abastecerlos.

Es cierto que ya había muchos instrumentos procedentes de generaciones anteriores, pero no los bastantes, y a precios asequibles, para la enorme demanda que se produce. Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, empiezan a sonar con mucha fuerza en los mercados cuando surge la necesidad de adquirir instrumentos. No nos puede extrañar que la producción se acreciente en cantidad y calidad. Francia sigue siendo un punto de referencia en lo que a cantidad se refiere, con docenas de grandes talleres, con muy buenos artesanos que trabajan a destajo y se producen miles de instrumentos, dando como resultado una legión de buenos luthiers que, habiendo pasado por ese periodo de aprendizaje de alto nivel, optan por instalarse en su propio taller y comenzar una andadura con su propia firma. Infinidad de ejemplos ilustrarían este fenómeno.

Pero Italia no se queda atrás, como heredera de una larga tradición de grandes autores, y acompaña a los franceses para compartir las preferencias del gran público. Vuelve a aparecer un enorme listado, no tan numeroso como el francés, pero no menos importante. Es más, a día de hoy, el músico profesional de término medio-alto, se inclina más por la elección de un buen violín italiano del XIX que su correspondiente colega francés. Y, en Alemania, que ya han abrazado las nuevas corrientes estilísticas que rigen en aquellos dos países dominantes, van abandonando los estilos propios antiguos de sus antecesores alemanes y se incorporan con modelos muy del gusto de la época para constituir una nueva opción en el amplio espectro del mercado europeo. Realmente reciben influencia tanto de uno como de otro y sus modelos, pulcros y bien construidos pueden considerarse como una fusión de estilos. Formatos basados en los clásicos italianos, con estilos un tanto afrancesados. El resultado es muy bueno y muy válido para las exigencias del músico de orquesta. Y a buenos precios.

Tenemos, pues, un triunvirato, en el siglo XIX, formado por estos tres países y casi la totalidad de los músicos profesionales y estudiantes de grados superiores aspiran a poseer un instrumento de estas procedencias. Obviamente, estamos hablando de producción nueva de la época. Los antiguos y precedentes siempre están ahí, como aspiración de un nivel un poco más alto. Su inconveniente, el de siempre, sus precios sueles ser bastante más elevados.

En este momento, con bastantes opciones entre las que elegir vuelve a aparecer la duda. Y las preferencias empiezan a ser meditadas por los estilos propios de cada zona, ya que, como es natural, tal cantidad de constructores trabajando al mismo tiempo y en lugares tan distantes unos de otros dan como resultado una variedad en sus resultados de sonoridad. Los italianos, quizá más fieles a sus antecesores, ofrecen un sonido también más cercano a aquellos. Puntualmente, podemos encontrar a grandes luthiers que ofrecen instrumentos con sonidos muy interesantes. Opción a considerar antes de meterse en inversiones de gran envergadura.

Los franceses, muy fieles a las enseñanzas del estilo que instaló, principalmente, J. B. Vuillaume, siguen en esa línea, y el llamado “sonido francés” cobra su propia personalidad, siendo muy del gusto de una gran parte de músicos. Ya dijimos anteriormente que muchos de ellos se trasladaron a la importante plaza de Londres a desarrollar su arte, logrando gran prestigio, siempre conservando su identidad francesa.

En Alemania, incorporada al mercado al hilo de los otros dos, empieza a coger mucho potencial. Se crean grandes y famosas orquestas, que compiten perfectamente con Londres y New York, y se consolidan importantes salas de conciertos, que son visitadas por figuras de talla mundial. Sus escuelas también empiezan a ganar prestigio y son muchos los alumnos del más alto nivel, de todos los países del mundo, que aspiran a entrar a ser instruidos por los más reconocidos maestros. Ello ayuda mucho a la producción local de buenos instrumentos y, sobre todo, desde la segunda mitad del siglo XIX su fama ya se equipara a los mejores luthiers de otras nacionalidades. Quizá todavía corto en número pero cogiendo una fuerza imparable de cara al siglo siguiente. Al mismo tiempo, en muchos otros países se instalan muy buenos constructores. A veces procedentes de Francia, Italia o Alemania. Entre todos ellos van a configurar el plantel, ya muy importante, de luthiers en el siglo XX.

Pero es importante recalcar que, aunque localmente cada uno tiene sus modelos y sus estilos, su trabajo es similar. Podemos encontrar dos grandes tendencias: los que optan por una construcción muy cerca de los modelos clásicos y los que han sido instruidos en alguna de las escuelas modernas, con sus estilos propios. En este grupo está la mayoría. Primero, porque elegir asemejarse a los grandes italianos históricos es bastante difícil y complejo. Se necesita una gran dosis de voluntad y. sobre todo, unos conocimientos que, normalmente, no se manejan en las enseñanzas habituales. Es fácil de comprender que todos los luthiers que han ido formando a las sucesivas generaciones han recibido enseñanzas parecidas, y es lo que transmiten. A sabiendas que hay otras fórmulas que pueden llegar a proporcionar mejores resultados, más parecidos a los clásicos, pero sus maestros les han dotados de los métodos para construir instrumentos de buen resultado y el hecho que pudieran plantearse elegir el otro camino está lleno de incertidumbres.

Caso aparte requiere considerar a Inglaterra. Allí los modelos clásicos son de mucha aceptación. Y los músicos requieren instrumentos de un tipo de sonido no tan “moderno”. Así, los que allí trabajan están muy volcados con ese estilo no tan vanguardista. La llegada de gente joven, de esos otros países, provoca una influencia considerable y, de cara al siglo XX, la corriente estilística inglesa vuelve sus ojos a modelos más parecidos a sus oponentes europeos. También es cierto que ellos disponen de muchos y buenos instrumentos de los grandes constructores italianos de antaño, tanto en colecciones como en casas comerciales de gran nivel, y ello les permite tener a mano las obras originales. El siglo XX ya está preparado para consolidar los modelos que más se solicitan.

Debemos mencionar ahora lo que sucede en España mientras que todos estos movimientos se van instalando. Aquí tuvimos una importante cantidad de los mejores instrumentos italianos del siglo XVIII. Y también un buen número de los primitivos Amati y Stainer. Pero la solicitud musical no era de la envergadura de aquellos otras culturas europeas. Aunque es de general aceptación que la genética española es muy apta para la música, y prueba de ellos ha sido muchos los grandes músicos ilustres que nacieron en nuestro suelo, sus carreras necesariamente se han tenido que desarrollar en los importantes auditorios europeos y americanos. No existe una gran demanda de instrumentos de origen español. Sí que es cierto que tuvimos el honor de contar con un gran maestro luthier en el siglo XVIII, José Contreras, que construyó con un estilo muy semejante a los clásicos italianos, y aunque su hijo le sucedió como alumno, no generó una trayectoria de continuidad, como sucedía en otras sagas familiares europeas. Esto ha sido una de las constantes entre los escasos luthiers que han configurado la historia de la lutheria en nuestro país. Los modelos que se han elegido han sido, en general, con una manifiesta influencia francesa, quizá por proximidad geográfica. Afortunadamente, ya en el siglo XX, con la aparición de algunas salas de concierto de cierta relevancia, se crean orquestas, cortas en número, que demandan músicos e instrumentos. Pero siempre con una intensidad mucho menor que Francia, Italia, Inglaterra y Alemania. Y la tónica en el siglo XX no cambia en absoluto. Aunque surgen en lugares muy puntuales de nuestra geografía artesanos dispuestos a plantar cara a esa hegemonía, la falta de una tradición sólida nos hace quedar relegados respecto a aquellos potenciales, ya plenamente aceptados y reconocidos.

El siglo XX aporta sus propios condicionantes. Cuando el Romanticismo empieza a ceder ante el empuje del modernismo la música vuelve a requerir sus condiciones. Hay un giro hacia sonoridades más rotundas, muy vigorosas, solicitadas por un importante movimiento de compositores rusos, que se manifiestan en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Los constructores, atentos a estas exigencias, responden con prontitud. Ese giro hace aflojar un poco el impulso de los franceses. Italia y Alemania se erigen en protagonistas en esta nueva época.

De todas maneras, los magníficos instrumentos que se construyeron, más o menos, dos siglos antes, permanecen intocables en su vigencia. En este momento se produce un mestizaje muy variopinto que favorece mucho a la producción nueva. Italia siempre ha luchado por estar a la cabeza de los mejor considerados. La tradición se lo exige. Por ello, en la segunda mitad del XIX, habían surgido un buen número de luthiers con unos resultados muy apreciados. Incluso llegando a competir con los propios italianos que les precedían. Naturalmente, respetando las distancias, sobre todo en los precios. Cremona vuelve por sus fueros, y al comienzo del siglo XX gran parte del mercado internacional demanda sus instrumentos. Lo cual no siempre ha sido totalmente beneficioso. Los numerosos encargos que reciben tienen como consecuencia que empiecen a acelerar su ritmo de producción. Muchas veces en detrimento de la calidad. Los resultados empiezan a ser un tanto dispares. A veces, hasta mediocres. Pero lo italiano está de moda a principios de ese siglo.

Con este panorama se afronta el comienzo del siglo XX. Las modas musicales del Modernismo se han instalado con fuerza. Parece como si el mundo clásico se hubiera quedado un poco obsoleto. Nada más lejos de la realidad. Por fortuna, los grandes solistas siguen mirando con buenos ojos a las grandes composiciones del repertorio clásico. Sin menosprecio de las obras de sus coetáneos. Este hecho reafirma la enorme envergadura de aquellos impresionantes instrumentos italianos que fueron construidos en el siglo XVIII. Los de siempre. Y son insustituibles en ese territorio. Ello hace que su cotización se dispare a cifras desorbitadas. De esta manera, el recién estrenado siglo alberga a todos. Y concede la posibilidad de que los que quieren construir bajo los modelos y estilos puramente clásicos también tengan su sitio. Aunque ellos lo tienen más complicado porque asemejarse a los inmensos instrumentos italianos clásicos es una tarea casi imposible.

Por poner un ejemplo observemos que pasa con el mundo de la pintura. Grandísimos pintores tienen que reinventarse en corrientes nuevas, muchas de gran aceptación, para poder convivir sin fracasar con los grandes genios de la pintura antiguos. En materia de instrumentos, ahora se ofrecen una enorme cantidad de opciones en casi todos los países europeos, y en el continente americano, visitado profusamente por muchos luthiers que buscan nuevos horizontes, va apareciendo un importante movimiento de jóvenes constructores, como siempre propulsado por la creación de importantes orquestas que acogen a primeras figuras mundiales. Directores, solistas, plantillas de orquesta con los mejores músicos internacionales, constituyen un nuevo mundo, brillante y poderoso, que vuelve a tener el sustento del ingente poder económico que les brindan en EEUU. Ya comparten fama y prestigio con las más sólidas instituciones europeas.

Las grandes firmas comerciales y de subastas se reparten entre ambos continentes. Fundamentalmente en Londres y New York. Y, a su abrigo, se instalan los más afamados luthiers del momento. Los instrumentos que salen de sus manos gozan de gran prestigio entre la clase alta musical, incluyendo algunos solistas. Y aunque también hay muy buenos luthiers de otros países, es casi imprescindible, para consagrarse, pisar alguna de estas dos ciudades de referencia. Sus escuelas, sus orquestas, los importantes directores y solistas que visitan sus salas de concierto son visita indispensable para triunfar como constructor. No es un fenómeno muy diferente al de otras ramas del arte.

 

Fernando Solar González, luthier

Fernando Solar González, 1922-2011

 Afortunadamente, el enorme movimiento de toda una pléyade de artistas, realizando giras y conciertos en muchos países del mundo le permite entrar en contacto con los buenos luthiers que no están trabajando ni en América ni en Inglaterra, y apreciar sus trabajos. Alemania, Francia, Italia, y por qué no decirlo, también España, muestran su propio potencial. En muchas ocasiones sorprendiendo al visitante. El mercado internacional empieza a considerar a nuestro país como uno de los emergentes y que hay que tenerlo en cuenta por el buen resultado de instrumentos construidos por luthiers españoles. Incluso, se da la circunstancia que algunos constructores nacidos fuera de nuestro país lo han elegido para instalarse, nutriendo con ello el buen plantel de los que ya tenían sus talleres a pleno rendimiento.

Por resumir todo lo que hemos desarrollado hasta ahora, estamos en condiciones de afirmar que el siglo XX, y por supuesto lo que llevamos consumido del actual, muestra un panorama de importantes constructores de multitud de países, trabajando con mucha seriedad y con grandes resultados sonoros. No vamos a entrar en hacer un listado de los que podríamos nombrar, ya que sería largo e injusto, pues quedarían muchos sin incluir, pero sí que podemos decir que unos cuantos elegidos, del panorama internacional, que han podido promocionar sus nuevos instrumentos entre músicos de primer nivel, disfrutan de una aureola muy elevada y pueden venderlos a unos precios realmente altos.

Obviamente, en líneas generales, las preferencias se inclinan por comprar los que ya llevan algunas decenas de años construidos, principalmente del siglo XIX. Y, como siempre ello hace repuntar sus precios. Es un tributo que debemos soportar los que intentamos abrir una brecha en el mercado con los estrictamente nuevos, compitiendo con aquellos y con precios sensiblemente menores. Como es natural, una trayectoria larga y acreditada supone facilitar la aceptación por parte del músico profesional.

Pero ya son muchos los músicos que confían en el buen trabajo de los que estamos instalados en España. Y prueba de ello es que es frecuente que algunos encargos procedan de lejanas tierras, ya de ámbito mundial. Muchos de los que formamos el panorama actual de luthiers afincados en España podemos presumir de ver nuestros instrumentos en manos de músicos profesionales de múltiples nacionalidades y lugares lejanos.

La reticencia a la compra de instrumentos nuevos, aunque no está plenamente desterrada, va disminuyendo con el paso del tiempo, apoyado en el prestigio que se haya conseguido con los que ya están en uso.

No podemos olvidar que todos los instrumentos, absolutamente todos, fueron nuevos algún día.