Breve historia de los más importantes luthiers.

La construcción de instrumentos de cuerda, violines, violas y violonchelos, en el siglo XXI constituye un reto de enormes proporciones. Las referencias históricas de los grandes maestros luthiers nos marcan un nivel difícil de alcanzar. Los que hemos aceptado la tarea de intentar asemejar nuestras propias obras a esos míticos instrumentos debemos ser muy consecuentes con nuestros objetivos y conocer muy bien la mentalidad con la que acometieron su trabajo aquellos insignes artesanos. Es fundamental asociar el estilo de construcción de cada época a la música que se interpretaba. Cuando hablemos de ello más adelante podremos comprender que tenemos que hacer un enorme esfuerzo para conseguir que nuestros resultados se ajusten a los requerimientos que la música y los músicos nos soliciten. Los intérpretes siempre deben disponer del instrumento con la sonoridad adecuada al estilo de la música que van a tocar.

Amati

Violin Amati 1654

Andrea Amati, nacido en Cremona, Italia, en el año 1505, es considerado como el padre del violín, en su forma actual. Sus precedentes, las violas da Braccio y los rabeles, eran instrumentos mucho más sencillos y rudimentarios.

Este maestro italiano fue instruido por su padre en el arte de la construcción de rabeles, pero su intuición y destreza, junto con las más que probables necesidades de intentar otras sonoridades, le llevaron al diseño de un instrumento mucho más avanzado y perfecto, el violín.

La música de esa época, el Renacimiento, se tocaba principalmente en iglesias, recintos de gran sonoridad, por grupos de músicos más o menos numerosos. La sonoridad requerida no exigía demasiada potencia, pero sí un excelente timbre y ello queda de manifiesto en el carácter de estos primitivos violines, de sonido de gran calidad y dulzura pero algo escasos de potencia.

Este nuevo instrumento es aceptado rápidamente por los músicos y enseguida surge una importante dinastía de constructores, la familia Amati, que perduró durante más de 100 años. Ellos proporcionaron a los músicos una ingente cantidad de violines durante varias generaciones.

Un giro en el estilo de construcción surge con la aparición del concierto “grosso”, a finales del siglo XVI. La introducción de la figura de un solista o concertino en el grupo requiere otro tipo de sonoridad, más potente y más brillante. Los hijos de Andrea Amati, Antonio y Girolamo, alumnos y sucesores, aportaron importantes innovaciones, ya en los comienzos del siglo XVII. Pero el más destacado de la familia, por su transcendencia, fue Nicolò Amati, que nació en 1596 y murió en 1684. Fue el último de la saga y ya diseñó un formato de violín mucho más vigoroso. La música del barroco, con grandes compositores de partituras con solistas, exigía a los violines un sonido potente y timbrado y Nicolás Amati consiguió ese resultado. Hoy todavía se utiliza sus instrumentos por muchos concertinos. Además tuvo un alumno que marcó el cambio más transcendental de la historia de la lutheria: Antonio Stradivari.

Stradivari

Violín Stradivarius "The Antonius"

Antonio Stradivari nació en Cremona en el año 1644 y pronto entró en el taller de Nicolás Amati, probablemente como tallista. Su interés por la construcción de instrumentos enseguida le introdujo en el arte de la lutheria. Su privilegiada mente y sus aspiraciones en busca de una nueva sonoridad le hicieron alcanzar su plenitud a finales del siglo XVII, mostrando una tremenda evolución desde la muerte de su maestro hasta el año 1700, fecha de inicio de su mejor y más prolífica etapa como constructor. Los instrumentos deAntonio Stradivari, ya en plena vigencia la música del barroco, con su asombrosa sonoridad, fueron rápidamente solicitados por solistas, reyes y nobles, que se rindieron ante este nuevo mundo de sonidos. Su popularidad y larga vida le permitieron construir un gran número de violines, violas y violonchelos que hoy circulan por las salas de concierto de todo el mundo en manos de los más importantes concertistas. Su estilo fue rápidamente asimilado por muchos luthiers italianos de la época, y ello dio lugar al nacimiento de la importantísima escuela cremonense del siglo XVIII. Sus instrumentos son referentes indiscutibles. 

Guarneri

Guarneri del Gesù "Doyen"

Cabe destacar la figura de un luthier procedente de otra importante familia de constructores de la ciudad de Cremona, los Guarneri: Giuseppe Guarneri, del Gesù. Nacido en 1698, fue nieto, hijo y alumno de sus predecesores.

Giupseppe Guarneri del Gesù vuelve a introducir cambios muy importantes en el estilo de sus violines. Inconformista y ambicioso, entiende que se aproximan tiempos nuevos en los estilos musicales y apuesta por un nuevo formato, que dota a sus violines una potencia nueva y sorprendente, y que es muy bien recibida, años más tarde, por infinidad de importantes músicos. Hoy día, sus violines disputan la hegemonía de los preferidos por los concertistas con los mismos violines de Antonio Stradivari. Y, con la aparición de las grandes salas de conciertos que surgen cuando el Romanticismo aparece con fuerza, ya es indiscutible su enorme proyección, junto a Stradivarius.

Incluso, nos atrevemos a afirmar que fue tal la influencia del estilo de Giuseppe Guarneri del Gesù que su modelo transcendió, a finales del siglo XVIII, hasta el mismo corazón de Francia, y en Paris se abrazó su modelo para configurar la importante escuela francesa de luthiers del siglo XIX.

Vuillaume

Jean Baptiste Vuillaume

El máximo representante de la escuela francesa, Jean Baptiste Vuillaume, nacido en 1798, empleó con asiduidad los dos modelos, tanto el Stradivarius como el Guarnerius, aunque en el estilo, del que hablaremos posteriormente, queda de manifiesto la gran influencia de éste último. Y no solo él. Centenares de constructores de los siglos XIX y XX han adoptado sus métodos para sus obras.

Stainer

Viola de Stainer

No podemos dejar de mencionar, retrocediendo en el tiempo, a otra importante escuela de lutheria. Se trata la de la escuela alemana. Tuvo sus orígenes en un importante constructor, Jacob Stainer, que nació en Absan, Austria, en el año 1645. Sus instrumentos tuvieron una relevante competencia con los primitivos cremonenses, hasta el punto de que, en determinadas zonas geográficas del norte de Europa, eran considerados mejores que los italianos. Lo transcendental de este constructor es la importante influencia que tuvo en un gran número de luthiers alemanes, que dio lugar a muchas familias enteras que se dedicaron a la construcción de instrumentos en la región de Mittenwald. Muy nombrados, por su buena calidad y cantidad fue la familia Kloz.

Podemos decir que con esta escueta lista de grandes luthiers abarcamos la práctica totalidad de los principales estilos de construcción de la historia. Cada uno de ellos ha aportado sus cualidades y nos han marcado el camino a seguir para el resto. Todos nosotros nos basamos y elegimos alguno de sus modelos.

Ya en la segunda mitad del siglo XIX y durante todo el siglo XX, tras la hegemonía de la escuela francesa, resurge en Cremona un importante movimiento de buenos luthiers y muchos de ellos han alcanzado un reconocimiento entre los músicos profesionales. Al mismo tiempo, debemos tener en consideración un buen número de constructores alemanes, ingleses, españoles, americanos, y un sinfín de países más que han estado y están siguiendo los pasos de aquellos grandes maestros de la historia, construyendo instrumentos de gran calidad y de gran utilidad para el músico profesional. 

Evolución de los estilos de construcción.

Taller de Fernando Solar

El modelo de violín que diseñó Andrea Amati y que se instaló de manera prácticamente definitiva ha cambiado poco en cinco siglos de existencia. Los diferentes constructores han ido modificando algo su contorno y dimensiones pero siempre sin alejarse demasiado del modelo inicial de Amati. La evolución se ha producido en el estilo, que es el factor más influyente en la sonoridad. Por simplificar, llamaremos estilo a la manera de diseñar las graciosas curvaturas de las tapas superior y posterior, y que se elevan constituyendo lo que conocemos como las bóvedas. Su altura y la forma de las curvas de nivel configuran una característica particular para cada modelo. Y cada uno de ellos nos conduce a diferentes resultados sonoros.

Esto, que parece sencillo a primera vista, se vuelve la parte esencial y más complicada con la que nos enfrentamos los constructores de instrumentos de cuerda. Los modelos primitivos de Andrea Amati, que fueron adoptados por la totalidad de luthiers que le sucedieron eran de bóvedas elevadas y curvaturas suaves y ondulantes. Eso confiere a las tapas unos módulos de vibración de amplio espectro que da como resultado un sonido dulce, de alta calidad, aunque no ofrecen una enorme potencia. Como es fácil de comprender, este tipo de sonido era muy adecuado a las necesidades de sonoridad de las interpretaciones musicales de aquella época, el Renacimiento, que se tocaba principalmente en las iglesias, donde la resonancia de los instrumentos se veía favorecida. Este estilo permaneció vigente mucho tiempo y todo los luthiers optaron por seguir con mucha fidelidad sus formas. Aunque otras circunstancias, aparte de las relativas a la sonoridad, que entendemos que es la primordial, influyeron en cambios en el estilo. Una de ellas es el clima. Y tenemos un ejemplo muy visible en la escuela alemana del Tirol. Construir en un clima tan adverso como ese no puede tener nunca los mismos requisitos que los que lo hacen en Cremona, con un tiempo mucho más benigno. Desde el mismo Jacob Stainer, nacido en 1645, ya se observan cambios en el estilo, o sea, en el diseño de las curvaturas de las tapas, para adaptarse a unas condiciones muy adversas. Como no podía ser de otra manera, Andrea Guarneri, fundador de esa importante saga familiar, también se adhiere al estilo de Amati. En el caso de la escuela alemana, esta concepción particular y diferente se instala y permanece en el resto de los luthiers germanos por el hecho de trabajar en zonas de similares características climáticas.

Cuando avanza el siglo XVII y las necesidades musicales empiezan a empujar a la obtención de un sonido más vigoroso y brillante, los principales constructores de las dos familias más importantes del momento, Amati y Guarneri, van gestando un cambio en el estilo que culmina con Nicolás Amati y con Joseph Guarneri, filius Andrea, padre del que fue, más tarde, el famoso Guarneri del Gesù. Ellos, ya pisando el final del siglo, sientan las bases del estilo que luego culminaron sus sucesores. Antonio Stradivari y su opositor Guarneri del Gesù fueron los verdaderos artífices de los más importantes cambios en la concepción estilística de la construcción de violines del siglo XVIII. Veamos, en síntesis, cuáles fueron sus aportaciones, aunque en artículos posteriores lo veremos con más detalle.

Antonio Stradivari, alumno de Nicolás Amati, sigue fielmente las enseñanzas de su maestro mientras permanece en su taller. Su privilegiada mente no descansa por la inquietud que le invade para encontrar una nueva sonoridad. Cuenta la leyenda que ello pudo ser motivado por la obsesión que tenía por emular los registros tímbricos que emitían los famoso “castrati” que cantaban en tesituras muy agudas pero con gran potencia y calidad. Sus innovaciones vinieron por la modificación de las estructuras abovedadas de las tapas del violín., para otorgarles un carácter que podríamos llamar menos “suave” que los modelos en los que había sido instruido. Su mentalidad pretendía hacer una bóveda algo más rígida y algo menos alta, pero procurando que la libertad de vibración se mantuviera vigente. Misión difícil de llevar a la práctica. A la muerte de su maestro, en 1684, se ve liberado de la lógica subordinación a sus doctrinas y comienza a perfilar la evolución que estaba plenamente gestada en su cabeza. En el año 1690 construye un violín, llamado «El Tuscán», que constituye un avance de sus nuevas teorías, que ya gozarían de plena vigencia a partir del año 1700 que es cuando se inicia su época más brillante.

Desde este año y hasta 1720, aproximadamente, construye varios centenares de violines de una calidad extraordinaria, con un timbre desconocido hasta la fecha, que cautiva a todo el mundo. Sus aportaciones en el estilo habían dado el resultado deseado. Su fama se acrecienta y todos los músicos quieren adquirir alguno de sus violines. Trabaja para reyes y nobles y alcanza una consideración como ningún luthier había logrado hasta la fecha. Prueba de su enorme nivel es que, aunque adaptados a requisitos técnicos posteriores, hoy día son solicitados por una gran cantidad de concertistas internacionales. Las cualidades más destacadas de su sonido son la calidad, brillantez, claridad, precisión y profundidad. Sin lugar a dudas marcó el máximo referente histórico en lo que se refiere a preferencias de sonido.

El estilo de Antonio Stradivari genera una transcendental influencia en la mayoría de los luthiers que trabajaban en Italia, especialmente en Cremona. Sus alumnos y seguidores se cuentan por docenas y emerge la llamada escuela cremonense del 1700, de vital importancia en la historia de la lutheria. Obviamente, en esta escuela están incluidos varios de los miembros de la familia Guarneri. Todos ello, desde su fundador, Andrea Guarneri, ya alcanzaban gran fama y competían con el mismo Stradivari. El último de la dinastía, Guarneri del Gesù, que nació 54 años más tarde que Stradivari, empezó tarde a construir. Sus primeros violines están fechados alrededor de 1720, con el gran maestro en el zenit de su carrera. Guarneri fue un hombre inconformista y rebelde. A pesar de heredar de su familia una larga y sólida tradición en la construcción de instrumentos, su rivalidad con el famoso Stradivari, vecino suyo en la ciudad de Cremona, lo empujó a salirse de las enseñanzas familiares para intentar crear un estilo nuevo y desconocido. Varió las proporciones y cambió sustancialmente la forma de las bóvedas de las tapas de sus violines. Disminuyó su altura y las hizo más planas. Naturalmente, sin abandonar la esencia de sus estructuras fundamentales. Ello supuso un gran acierto y sus instrumentos sonaban radicalmente distintos. No eran de sonido tan brillante como era lo habitual en los de sus antecesores pero estaba dotado de buena potencia y profundidad. Aunque, para su desgracia, el reconocimiento no le llegó en vida. Su ajetreada existencia, propiciada por su carácter, su paso por la cárcel, y su despreocupación por esmerarse en finos acabados para sus violines, que era una constante en aquella época, le impedían concentrarse en construir instrumentos de gran aceptación por los clientes. Su sonoridad, potente, robusta y grave difería de la de Stradivari, más fina y delicada, y todavía no era suficientemente comprendida.

Pero cuando, unos años después de su prematura muerte, en 1744, sólo siete más tarde que Antonio Stradivari, se empezaron a apreciar las cualidades del sonido de sus creaciones, su fama empezó a acrecentarse, y cuando el mismo Niccolò Paganini eligió uno de sus violines para su uso personal quedó consagrado como uno de los más grandes luthiers de todos los tiempos. Es muy posible que si hubiera llevado una vida más ordenada y hubiera vivido algunos años más podríamos estar hablando del mejor constructor de la toda historia de la lutheria. La fama de esta escuela cremonense pronto transcendió a infinidad de luthiers que querían ser instruidos en aquellos estilos. Fallecido Stradivarius, la referencia eran sus numerosos alumnos y el propio Guarneri. Su influencia empezó a ser aceptada por muchos de ellos. La culminación vino con el hecho que hemos mencionado, cuando Paganini adquirió su violin “Il Cannone”, construido en 1743, y que fue bautizado con ese nombre, el cañón, por la gran potencia sonora que poseía.

 

Violín il Cannone Guarneri

Esto nos sitúa en las postrimerías el siglo XVIII, con los grandes compositores del Clasicismo plenamente vigentes. Las obras de Beethoven, Mozart o Händel eran ya profusamente tocadas en todo el continente europeo, y los instrumentos construidos por StradivariGuarneri eran los preferidos por los solistas. Esta época coincidió con la consolidación de Francia como primera potencia económica, militar y social en Europa. Eso se tradujo en que también constituyó como unos de los más importantes focos comerciales. Surgieron infinidad de talleres para construir instrumentos que surtían la gran demanda que les provocaba su privilegiada situación. Durante el siglo XVIII, los luthiers parisinos utilizaban modelos y estilos influenciados por los de la escuela italiana antigua. Se les denominaba “viejo Paris”. Nosotros mantenemos la teoría que el estilo de Guarneri propició un cambio radical en la mentalidad de aquellos constructores. Es muy posible que esta corriente estilística llegara de la mano de los componentes de la familia Lupot, importantes luthiers de finales de ese siglo. Pero de todos ellos el que alcanzó la mayor fama y prestigio fue Jean Baptiste Vuillaume, nacido en Mirecourt en 1798, aunque afincado en Paris desde 1818. Con él se consolida la escuela francesa del XIX. Y su estilo es muy semejante al de Guarneri. De hecho podríamos considerar que esta escuela es una prolongación del trabajo de este luthier cremonense. Aunque más adelante veremos que también los franceses introducen sus propias evoluciones, que dotan a sus instrumentos de un tipo de sonido muy personal y muy del gusto de un gran número de músicos. En particular, muy apto para las interpretaciones en las reducidas salas de los palacios. Su estilo, configurado por bóvedas más planas y más sencillas, y con excelentes acabados, da como resultado un sonido de muy buena calidad aunque sin llegar a la excelente brillantez de los instrumentos de los importantes italianos. La gran baza que los ha acreditado mundialmente es que han construido miles de instrumentos, desde sencillos y baratos construidos en serie hasta importantes ejemplares, de gran rendimiento y calidad. Eso ha permitido acceder a ellos a un enorme número de músicos, estudiantes y profesionales.

Naturalmente, los instrumentos que se construyen según el estilo de la escuela francesa del XIX siguen teniendo como opositores a los encumbrados Stradivarius y Guarnerius, que por su particular timbre terminan siendo más aptos para ser tocados en las enormes salas de concierto. Se puede afirmar, entonces, que los grandes clásicos italianos siguen teniendo la hegemonía en lo que se refiere a los grandes concertistas. Aunque también se destacan por sus elevadísimos precios, solo al alcance de unos pocos privilegiados que los puedan adquirir o que se los cedan en préstamo alguna de las instituciones que poseen importantes colecciones de instrumentos.

Lo que está fuera de toda duda es que la escuela francesa del XIX llegó para quedarse, por méritos propios, y que su popularidad y su influencia ha traspasado fronteras. Centenares de luthiers de todo el mundo han construido con este estilo durante gran parte del siglo XIX y el XX. Incluso luthiers italianos se inclinan por trabajar en esta dirección. Tal ha sido la influencia de esta importante escuela.

Bien es cierto que una minoría, entre los que humildemente nos incluimos, pretendemos emular con fidelidad los estilos y los métodos de construcción de los grandes maestros cremonenses del XVIII. A sabiendas que es una tarea ardua y de gran complejidad. Pero entendemos que hay un camino, difícil y laborioso, que puede llegar a conseguir acercarse a los sonidos de aquellos importantes instrumentos.

Luthier Jean-Baptiste Vuillaume

Fotografía de portada: Violín construido por Fernando Solar, copia del Cuarteto ornamentando Palatino de Antonio Stradivarius. Foto: @cesarlucasabreu

Artículo original: Fernando Solar Facebook